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sábado, 28 de julio de 2012

CAERSE DEL LIMBO



Estaba yo buceando entre mis interminables archivos digitales –que es lo que suelo hacer cuando no tengo ningún trabajo urgente a la vista, es decir, últimamente casi siempre- cuando me topo literalmente con una noticia de prensa de finales del 2.005 que reza –y nunca mejor dicho- “El limbo cierra sus puertas”, en relación a la decisión adoptada por el finado Juan Pablo II de eliminar la figura del limbo de entre la caterva de posibles destinos postmortem.  Al Limbo, según la Iglesia Católica, habrían ido a parar hasta este momento todos los niños que murieron sin ser bautizados, que quedarían vagando por toda la eternidad sin el fuego del infierno pero también sin la gracia de "contemplar el rostro de Dios." No es posible, por tanto, que un niño entre en el reino de los cielos sin recibir el bautismo de agua, sino que, al contrario, descenderá al limbo, un “apartado” del infierno. Pero no sólo estos desafortunados niños acabaron en semejante, inmerecido e injusto destino, sino que a éstos les acompañaron todos los padres de la Iglesia que vivieron antes de la venida de Cristo, y que por ello tampoco tuvieron la suerte de ser bautizados. Así, en el Limbo podríamos encontrar a Abraham, Jacob, Noé, Moisés, Salomón o el mismísimo rey David, asi como a las almas de tantos y tantos hombres buenos, como Isaac, Job, Matusalén o Lot, que no tuvieron la posibilidad de conocer a Cristo, amén de otros personajes míticos del Antiguo Testamento.

¡Todos al Limbo!, el llamado "Limbo de los justos".  Ahora resulta que a estos padres de la Iglesia, que despachaban con Dios de tú a tú un día sí y otro también, se les envía al infierno –porque no olvidemos que, aunque sin fuego, el Limbo era un “apartado” del averno- y se les niega la presencia de Dios, ante la que siempre estuvieron en vida. ¿Se puede ser más injusto con los justos que enviándolos al limbo de los justos?. Efectivamente, el Limbo de los justos era, de verdad, tremendamente injusto, porque aparte de privar a sus habitantes de la Gloria de estar en presencia de Dios, los privaba de un reencuentro con sus seres queridos, y nada menos que por toda la eternidad. Y todo esto, por un capricho del destino...?

Este exilio forzoso y eterno al que fueron condenados quienes nada hicieron para merecerlo, radica en el hecho de que el bautismo según la Iglesia, es requisito indispensable para la salvación del alma. ¿Y por qué? Pues porque sostiene que este sacramento fue instaurado por Jesús en el momento en el que dijo a Nicodemo: " De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios." (Juan 3:1-5). Pobre Jesús! Nos regala esta hermosa metáfora...el agua, símbolo de pureza; el Espíritu, como símbolo de fortaleza -dicho por El que fue ejemplo vivo de pasión y fortaleza puestas al servicio de la pureza de alma- ..., y la Iglesia lo toma al pié de la letra y la transforma en un reglamento, en un requisito para acceder a un club de privilegiados.  ¿No será que con esta metáfora Cristo se refiere, más bien al renacer espiritual del hombre?.  Pues no : según la Iglesia, esa que cuando le interesa defiende a capa y espada que la Biblia no hay que interpretarla al pié de la letra, no. (Si, tal y como dijo Obama en un magnífico pero controvertido discurso - http://www.youtube.com/watch?v=U5yL_ml55s8 -, tomamos al pie de la letra las palabras de la Biblia, según el Deuteronomio tendríamos la obligación de apedrear a un hijo en el caso de que  perdiese la fe…) De manera que el bautismo fue considerado requisito imprescindible de salvación para niños y adultos. Y la Iglesia, que se autoproclamó como la única encargada y con potestad para administrarlo, pasó a ser la portadora de las llaves del reino, dejando “atado y bien atado” el tema al proclamar como colofón, en el Concilio de Trento, que se aplicará la excomunión a todos aquellos que afirmen que el bautismo no es necesario para la salvación.  Así es como se fabrican las “verdades” de la Iglesia. Queda así meridianamente clara esta "verdad" : el que no se bautiza, no se salva.

Pero en relación a este asunto, se me plantea un inquietante dilema: ¿debemos deducir ahora que limbo existía hasta que fue desmantelado y “cerrado por liquidación” por parte de Juan Pablo II, o que realmente realmente nunca existió?. 

-       -   Si nunca existió el limbo, quiere decir que la Iglesia ha estado equivocada durante cerca de dos mil años y, de paso, ha estado equivocando (o quizás mintiendo?) a todos sus feligreses durante idéntico periodo. Pero, con independencia de ello, yo me pregunto: ¿a qué equivocado destino hemos estado enviando, durante la friolera de casi dos mil años, en paquete azul y sin certificar, a no solo los niños no bautizados y profetas y padres de la iglesia que precedieron a Juan el Bautista, junto con los miles de millones de hombres y mujeres buenos/as que no tuvieron posibilidad de conocer a Cristo, sino también a muchos miles de millones de niños en lugares del mundo en que no existe el bautizo, niños/as musulmanes, budistas, hindúes, judíos o profesantes de cualquier otra o ninguna religión?.

P  Pero, por lógica, concluyo que es difícil abolir algo que nunca existió, con lo cual acudimos  a la segunda hipótesis:

-     - Si el limbo existió hasta que el Santo Padre decidió echar el cierre, y hubo que trasladar a sus inquilinos a otra parte, la mudanza tuvo que ser cojonuda. Y en este último caso, yo me pregunto: ¿le ha dado el Papa instrucciones precisas a Dios respecto de dónde ha de enviar en lo sucesivo y a partir de la fecha del cierre, a todos aquellos no bautizados? ¿la doctrina católica es tal como nos la enseño Jesús o es modificable a capricho del Papa de turno? ¿Acaso le concedió Jesús potestad a Pedro o a sus sucesores para enmendarle la plana cuando lo estimen oportuno? ¿Y para modificar Dogmas de Fe proclamados por papas anteriores, que según la propia doctrina católica, no pueden ser modificados? 
Ante esto, la Iglesia ya dejó caer que el asunto del limbo nunca había sido Dogma de Fé, que se trata tan solo de un tema doctrinal y que la teoría del Limbo nunca ha sido postura oficial de la Iglesia. ¡Cómo que no!!! ¿Cómo que nunca existió el Limbo, si para allá, según afirmación de la Iglesia, partieron tantos “paquetes azules”?.

Cuando los Papas hablan ex-cátedra, están creando Dogmas de Fé que no pueden ser posteriormente modificados. Esto no debía saberlo Juan Pablo II, ya que, durante el Concilio de Florencia ( Laetentur coeli, sesión 6, 6 de julio de 1439), el Papa Eugenio IV dijo ex cathedra: “Asimismo definimos… las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual o con solo el original, bajan inmediatamente al infierno, para ser castigadas, si bien con penas diferentes”, en clara referencia al limbo.
Esta tesis fue igualmente propugnada por el Papa Clemente IV en 1267 y aceptada en el Concilio Segundo de Lyon en 1274. Desde entonces la Iglesia ha aportado una ingente batería de argumentos para avalar la existencia del limbo, de la pluma de numerosos teólogos, algunos de tremendo peso, tales como San Gregorio Nacianceno o el mismísimo San Agustín, quienes hablan de limbo como "un estado y lugar a donde se dirigen las almas de los hombres que no han llegado al uso de la razón o que no han sido bautizados, y por tanto mantienen únicamente el pecado original".
El catecismo del siglo XX, cuyo autor es Pío X (1905), lo expresa claramente: “Los niños muertos sin bautizar van al limbo, donde no gozan de Dios, pero no sufren, porque teniendo el pecado original, y sólo ése, no merecen el cielo, pero tampoco el infierno o el purgatorio”.

Fue tras el Concilio de Vaticano II cuando el concepto del limbo comenzó a ser abandonado, de forma que nuestro erudito Papa Juan Pablo II decidió tomar cartas en el asunto y promovió la reforma que terminó con su existencia, reforma que fue redactada por el Cardenal Ratzinger y posteriormente aprobada por el mismo Ratzinger, ya en su calidad de Papa Benedicto XVI. A partir de este momento, el destino de los no bautizados, aún sin elaborar, se confía a Dios, de manera que el catecismo destinado al siglo XXI, redactado bajo el papado de Juan Pablo II y publicado en 1992, ya no mencionó el limbo y optó por una fórmula abierta: “En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarles a la misericordia de Dios”. Como no podía ser de otra manera viniendo de quien viene, se establece además que en esta misercordia tiene mucho que ver el hecho de que los padres del no bautizado sean o no creyentes y lleven una vida más o menos dedicada a Dios. Son los beneficios de pertenecer al club....

Y yo me pregunto: porqué tanto afán de Juan Pablo II de modificar una doctrina desde antaño establecida, que ningún problema planteaba a la Iglesia por no ser objeto de controversia por parte de instancia alguna? A ver si esto tuviera algo que ver : una hermana de Juan Pablo II murió durante el parto, junto con su madre. Es por ello que su desafortunada y finada hermana, manchada con el pecado original, habría estado vetada de ir al cielo, por lo cual habría acabado con sus huesos en ese rinconcito del infierno que se llama Limbo. Y claro, el Papa pensaría que "teniendo tanta mano en el Vaticano", pues no parecía lógico que el alma de su hermanita permaneciera ni un solo día más en este lúgubre lugar, apartada y privada de la presencia de Dios. Y ello le movería a encargar a sus teólogos la revisión del concepto con una idea ya prefabricada : mandar al limbo a paseo y comenzar con la mayor mudanza de almas de la Historia.
Modificar las leyes en beneficio propio -vamos, lo que hizo Hugo Chavez en Venezuela para perpetuarse en el poder- se llama, lisa y llanamente, corrupción. Provenga de quien provenga. No es de recibo que las leyes –humanas o divinas- se dicten o se modifiquen en función de los intereses particulares de quien tiene -o lo que es peor, se arroga- potestad para hacerlo.

Gracias a Dios – o indirectamente a Juan Pablo II que le enmendó la plana- tuvimos Limbo y ya no lo tenemos, porque es mejor no tener Limbo que tenerlo, como sería mejor que la salvación no fuese un bien administrado por la Iglesia. Pero, sobre todo, ya es hora de que la/s Iglesia/s dejen de construir tinglados con pies de barro, que fundan en puras suposiciones sobre las que a su vez se afirman otras suposiciones, y que se centren en el valor fundamental de nuestra humanidad, que es el de la espiritualidad, ligada, en última instancia, al amor.
He dicho.

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