Este Gobierno lo está consiguiendo todo. El patético caballero de la triste figura –y cara de imbécil, que todo hay que decirlo- y su corte de funambuleros, el trío calavera - o clan de los calvorotas, integrado por Wert, de Guindos y Fdez. Díaz-, la cursi y pusilánime miniSoraya –trabajadora y madre coraje donde las haya-, la prepotente y todopoderosa bilderberg, la de Cospedal (Marianiño, ¡cuídate las espaldas cuando tengas a esta detrás!) y el joker, el bufón de la corte, el gangoso trasgu Montoro (¿los habrá más tontos que éste?), están consiguiendo lo que no consiguió ni Franco: cabrear a los catalanes hasta límites insospechados y hasta tal punto que la tendencia soberanista alcance cotas nunca vistas. ¿Y por qué? Pues porque con la que está cayendo, con la imagen que estamos dando ante todo el mundo (menos con el “fúlbol”, claro), con los “políticos” que tenemos en el Olimpo maldirigiendo nuestros destinos, hay que ser muy, muy patriotas para querer seguir siendo español. Y en mayor grado, para aquellos que dicen nunca haberlo sido (excepto cuando se trata de pedir compensaciones por catástrofes naturales, incendios, subvenciones o rescates, claro, que para eso todos somos muy, muy patrios).
Toda esta chusma, apoyada por unas huestes peperas de servil condición,
incapaces aún de reconocer la ineptitud –yo diría negligencia- del desgobierno
que nos desgobierna, está acabando con este país, que se desmiembra al grito de
sálvese quien pueda.
¿Español, yo? No, gracias, dicen
los catalanes, que aseguran que fuera de España tendrían una renta per cápita incluso
muy superior a la que ahora tienen. Pero eso no se lo creen ni ellos. Parece
ser que olvidan los señores catalanes (a los que habrá que hablar ya de usted,
con eso de que tienen tanto dinero…) que el 60% de lo que vende
Cataluña fuera de su territorio se lo compra el resto de España, esa misma
España que nunca les perdonaría su chulería, sus aires de superioridad ni su
insolidaridad, por no decir su traición. También olvidan los catalanes, con lo
listos que son, que Cataluña pasaría a ser un país independiente fuera de la UE
y del euro, y que por tanto sus fronteras con España y con el resto de nuestros
socios europeos afectarían a la gran mayoría de sus flujos comerciales -que en
la actualidad dependen mayoritariamente del mercado español-, lo que se
traduciría en unos sobrecostes arancelarios que reducirían seriamente la competitividad
de sus productos y sus servicios. Y todo ello agravado con el hecho cierto de que
las empresas sufrirían un «efecto rechazo» desde España. Llegados a este punto,
sería de esperar que se produjera una fuga de capitales y de empresas catalanas
hacia España con el fin de eludir los perjuicios derivados de la nueva
situación económica generada por la tan suspirada independencia... Al final,
estos y otros factores se plasmarían en el PIB y, por ende, en la renta per
cápita, que caería en picado. Y, en este momento, nos encontraríamos con que el
altivo gallito catalán se habría quedado como el gallo de Morón: Sin plumas y
cacareando, que para eso por las venas de los catalanes corre mucha, pero que
mucha sangre andaluza, manque les pese.
Pero decir esto no es suficiente.
Cataluña necesita a España, y para demostrárselo, propongo algo muy efectivo,
aunque nada novedoso: la repugnante palabrería de Mas, la forma en la que
arenga a sus ejército independentista contra España y el españolito de a pie,
merece un correctivo:
AL MENOS HASTA FINAL DE AÑO, NI
UN PUÑETERO PRODUCTO CATALÁN.
Ni uno, incluyendo obviamente el
cava. Propongo que alguno de los que podáis leer este panfleto y que tenga una
amplia repercusión o seguimiento en las redes sociales, cree un documento público,
abierto y fácilmente editable en el que podamos ir añadiendo todos aquellos productos
que sepamos que tienen procedencia o participación catalana. Y no compremos ni uno de ellos. NI UNO. Hagamos que se
derrumben los ingresos de las empresas de estos hijos de …. Dios, al menos en
los tres meses del año que restan. Y luego, que les den las quejas al maestro
armero: el capullo, chulo, prepotente y altivo señorito Mas.
Y, si además de ello os queréis
divertir, pues ¡demos la independencia a sus ilustrísimas, hombre!; dejemos que
se hundan en su propia ambición, se ahoguen en su desmedida altanería y al
final acaben como el gallo de Morón: Sin
plumas y cacareando.