Alas anunnakis

Alas anunnakis

miércoles, 7 de diciembre de 2016

PACTAR CON EL DIABLO



Este era el título de una inquietante película en la que el personaje interpretado por Tom Cruise, un ambicioso pero mediocre estudiante de derecho, comienza de pronto a obtener magníficas calificaciones hasta acabar la licenciatura con el mejor expediente de su promoción, para inmediatamente después ser requerido por el mayor y más espectacular bufete de abogados de Nueva York, en el cual además asciende como la espuma, de manera vertiginosa, aun a costa de descuidar totalmente su vida de pareja. Todo increíblemente perfecto hasta que un día requiere su presencia una importantísima persona, que le hace saber que todos sus enormes y espectaculares éxitos no son fruto de la casualidad ni de su valía personal ni profesional, sino más al contrario, de su más que influyente intervención e influencia, y que estas prebendas y deseos concedidos no son gratuitos y ha llegado el momento de cobrarse una compensación por todo ello. Y esta compensación no consiste ni más ni menos en que el afortunado abogado entregue su alma al misterioso y macabro personaje que la reclama, que resulta no ser otro más que el mismísimo diablo.

Este argumento, aparentemente de pura fantasía, representa una perfecta metáfora del estado de enajenación mental y absoluta dependencia que pueden alcanzar ciertas personas que, llevados por su desmesurada ambición, vanidad, ansia de notoriedad, poder o dinero, finalmente acaban pagando caro de una manera u otra. Y esto, lamentablemente, no es ciencia ficción, sino que es algo que fluye constantemente a nuestro alrededor en la vida real.

Más específicamente, el mundo de las artes constituye los dominios de un demonio muy particular, llamado Rain Man, al que cientos de artistas – sobre todo cantantes de moda – mencionan de forma cada vez más continua. Como la lluvia, que es siempre portadora de beneficios, Rain Man, el hombre lluvia, es el gran conseguidor, el que aporta el éxito a los artistas de forma vertiginosa y fulgurante haciendo que se encaramen en lo más alto de las listas de éxitos y ventas, manteniéndolos en estos puestos siempre y cuando los beneficiados accedan a sus exigencias. Y estas exigencias no son otras que aquellas tendentes a abducir jóvenes mentes haciendo que todas ellas giren en torno a un mismo patrón, a unas mismas aficiones y a un mismo modo de vida, implementando una serie de gestos, modas, aficiones y actitudes ante el mundo y la vida, de forma que, a la larga, resulten atrapados en una red, una matrix que comienza con su automatización y que finalmente termina en un auténtico proceso de robotización impuesto por el Nuevo Orden Mundial. Todos estos vanidosos, soberbios y ambiciosos artistas, espejos en los que se miran las puras e ingenuas almas de los jóvenes, son conscientes de que han vendido su alma a Rain Man, el diablo de la música, a cambio de su labor de “captación de almas” para la causa, de forma que, cuando su ejemplo deje de ser referente para las masas bien por ir perdiendo cuotas de mercado y de popularidad, bien por rebelarse contra su benefactor, habrán de pagar su tributo a su demonio de cabecera, que los fulminará inmediata y cruelmente, acabando con sus aspiraciones, sus carreras… e incluso sus vidas.

Marilyn Monroe, Michael Jackson, John Lennon, Elvis Presley, Janis Joplin, Whitney Houston o Amy Winehouse son claros ejemplos de artistas primero vendidos y finalmente machacados por Rain Man. Y no me extrañaría que, en un futuro no muy lejano, otras hoy primeras figuras corran igual o parecida suerte que aquellos.

Pero no hay que ascender hasta tan altas esferas para perder la propiedad del alma en favor de algún diablo particular, sino que también están en peligro las de ciudadanos de a pie, las de personas cuya soberbia, megalomanía, egocentrismo o vanidad les llevan a introducirse y ahondar sin fin en las redes de la matrix a partir de la manipulación mental de la que son objeto a través de un demonio muy muy particular, aunque aparentemente festivo e inofensivo: las redes sociales. Y, muy en particular, la perversa y maldita Facebook, porque la red de redes es ese Rain Man que te permite “ser y tener” todo lo que siempre has soñado, sentirte querido, aclamado, admirado y, si tienes un mínimo de habilidad, incluso venerado... para finalmente sucumbir presa de tu propia vanidad. Y cuanto más "crezcas”, cuanto más alto consigas llegar, más dura será tu caída.

Comenzarás por adoptar un nombre que sea de tu agrado y una imagen que normalmente no será la de tu careto, a menos que te sientas muy orgulloso de ella. En cualquier caso, no habrá problema alguno en ponerte la imagen e incluso la cara que más te guste de cuantas puedas encontrar por la red: quienes te conocen entenderán que se trata tan sólo de una “imagen pública” y no lo tomarán a mal – entre otras cosas, porque seguramente ellos habrán hecho lo propio -, pero quienes no, asociarán indefectiblemente tu falso nombre con tu impostada imagen como si de algo real se tratase. Habrás creado tu “alter ego”, un avatar que representa aquello que quieres ser pero que “solo tú” sabes que no eres, aunque al final lo acabes creyendo.

Y, conseguido esto, procede “rellenar” el personaje dotándolo de todas aquellas maravillosas características que, lamentablemente, tampoco posees, convirtiéndote en un ser aparentemente divertido, inteligente, culto, comprometido, humano, sensible y con un enorrrrme corazón capaz de conseguir muchos muchos likes. Bastará para ello con copiar chistes y otras gracietas, dichos curiosos, frases profundas y lapidarias, poemas tiernos y comportarte como si sintieras en carne propia las penas, desgracias y miserias de otros, compartiéndolas o colgándolas en tu muro sin especificar en ningún momento que nada de esto es de tu propiedad, sino fruto de la rapiña. Y por supuesto, pincharás compulsivamente en todo “me gusta” que se ponga a tiro, que al fin y al cabo, son panes prestados.

A partir de este momento, el personaje estará creado. Comenzarás a acopiar más y más seguidores, adquiridos normalmente mediante “peloteo” al pulsar el me gusta a todo cuanto se cruce en tu camino, sin tan siquiera pararte a leer previamente aquello que, sin embargo, tanto te ha gustado. Crearás así una legión de “followers” que no dudaran en hacer lo propio con cada post que escribas, sea o no una solemne chorrada.

En este nuevo mundo en el que has iniciado tu andadura no existe la crítica, sino tan sólo la más magnificada y desmesurada de las alabanzas, ya que nadie se hará seguidor tuyo para criticarte, y si lo hiciera, podría ser automáticamente bloqueado por ti, de por vida, con tan solo pulsar un botón. Nada comparable con el mundo real, repleto de personas que te ofenden, te critican, te envidian e incluso te odian, personas que levantan falsos testimonios sobre tí o que manifiestan en alguna forma una predisposición negativa hacia tu persona, y que no pueden ser eliminados con un simple botón.

Más al contrario, en este otro tu mega-guay mundo ideal y en esta nueva piel que habitas, solo recibirás piropos y loas. Te encontrarás cada vez más a gusto en este ficticio entorno en el que te dirán que eres el más guapo/a aunque seas más feo/a que Picio; te dirán cuán inteligente eres cuando cuelgues alguna cita que habrás cazado a lazo entre tantas como abundan por la red; te alabarán por lo elevado de tu espíritu y tu enorme sensibilidad cuando fusiles algún poema de otro/a, e incluso cuando éste sea tuyo y más malo que la quina; tendrás miles de “like’s” y “followers” que no cesarán de decirte que eres lo más grande del mundo, el/la mejor, la envidia de todos… Y lo malo es que tú te lo creerás, y exigirás a cuantos te rodean el la vida real no solo admiración y respeto, sino incluso sumisión, porque tú lo vales. O al menos, así te lo han hecho creer en tu matrix.

Mientras tanto, tus familiares y amigos, los de verdad, comenzarán a increparte por estar perdiendo contacto con la realidad, intentando que entiendas que te estás convirtiendo paulatinamente en un ser terco, engreído, altivo y orgulloso, lo cual hará que cada vez te apartes más de este mundo cruel, que irá quedando relegado a un segundo plano en tu orden de prioridades hasta incluso llegar a hacerlo desaparecer. Pero contigo, cualquier negociación posible tan sólo será un sinónimo de rendición, ya que llegados a este punto no tendrás ninguna duda de que eres un superhombre/mujer al que todo el mundo alaba en las redes, convertidas ya en tu nuevo mundo real, en tanto que los seres mundanos que te rodean en la otrora vida real, que te envidian y te odian, son incapaces de reconocer sus maravillosas y extremadas virtudes. Tu personaje y tu mundo virtual irán fagocitando cada vez más a tu persona física y a tu propia existencia, que irás abandonando paulatinamente e inconscientemente en favor de aquella otra que tantas satisfacciones te da… hasta incluso llegar a olvidarte de tu familia, tu pareja, tus amigos de verdad que no compartan tus fantasías virtuales y, en general, de la gente que te quiere y a la que de verdad le importas. Y, en ocasiones, hasta de tu propio trabajo.

Habrás caído en las garras de ese otro Rain Man, ese otro demonio que bien pudiera llamarse "Facefake Man", el hombre de la falsa cara, para quien trabajarás en exclusiva como un esbirro de su maldita corte. Tu enajenación será total, y tu destrucción como persona, inminente.

El enlace que incluyo te llevará a un pequeño pero ilustrativo video que resume cuanto digo.