Este es el caso de un fotógrafo que fotografió a otro fotógrafo.
Las siguientes fotos las hizo el holandés Hans van de Vorst en el Gran Cañón
del Colorado en Arizona. Él mismo describe las fotografías. La identidad de la persona en
la foto es desconocida.
“Me quedé estupefacto al ver a éste chico en el Gran Cañón. El Cañón tiene en
este punto más 900 metros
de caída vertical; el mirador donde yo estoy es seguro y se puede visualizar
todo prácticamente con el mismo paisaje que el que está viendo este prenda.”
“Mientras miraba atónito a éste personaje con sus sandalias de playa y su trípode,
me hice tres preguntas:”
- ¿Cómo coño ha saltado este loco desde el borde a la roca?
- ¿Por qué no hace las fotos desde donde yo estoy, que tiene la misma vista y no hay peligro?
- Y… ¿cómo coño piensa volver a ‘tierra firme’? ¿Saltando?
“Acto seguido respira profundamente, se gira y… he aquí la respuesta.”
“¡INCREÍBLE!. El prenda salta y encima, para mi sorpresa, con el trípode
bajo el brazo, como si nada, y mete un salto que me entró hasta vértigo… En ese
mismo momento pensé en sus sandalias playeras, contuve la respiración, y por un
momento quise tirarle mis botas de montaña para su seguridad… pero no me dio
tiempo.”
“Esos instantes captaron mi absoluta atención. Si me ofrecen un millón de dólares, seguro que
los pierdo; no podía creer lo que estaba viendo, y encima no podía decirle nada
por si lo distraía…”
“Mientras tanto el tiempo se me hizo eterno, pero el notas saltó por fin con
sus sandalias playeras. Debajo suya habían 900 metros de caída
libre…”
“Cuando alcanzó la ladera, veo que se coge con una sola mano, el hijoputa…”
“Iré al grano, porque me emociono. ¡¡¡No quiero ser pesado, pero es que en
la otra mano llevaba una cámara, un trípode y una jodida bolsa de plástico!!!
¡¡¡¡¡Puso su vida en peligro por una jodida foto y no soltó nada de lo que llevaba!!!!!”
¡¡¡¡¡Puso su vida en peligro por una jodida foto y no soltó nada de lo que llevaba!!!!!”
“El muy cabrón se mantuvo agarrado a la pared con la mano derecha, mientras
colocaba bien lo que tenía en su mano izquierda (incluida la puta bolsa de
plástico), trepó lo que le quedaba, y sin más se dispuso a seguir su ruta
fotográfica, mientras yo, atónito, me quedé como un jodido imbécil, con las
piernas temblando, mirando cómo se alejaba.”
“Ahora ya puedo decir que he conocido al LOCO DE LA COLINA”.
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