Alas anunnakis

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lunes, 8 de agosto de 2011

EL HOMO-PLAYA O LA DEGENERACIÓN ESPONTÁNEA DEL SER HUMANO


Ya llega el verano, tiempo de cambios donde los haya. A partir del 1 de Julio todo cambia, comenzando por la piel, que va adquiriendo un paulatino tono cobrizo como consecuencia de la exposición al sol o a los enlatados rayos UVA. Y, en muchos más casos de lo que parece, a la tremenda congestión facial que produce pasar todo el día metiendo barriga. Sabidas son otras consecuencias de los periodos estivales tales como el aumento del número de separaciones o de rupturas de parejas, directamente proporcionales al incremento del tiempo que los partenaires pasan juntos, aunque para mí que este estado de mal humor se debe realmente al uso de tangas. Yo también estaría de muy mala leche si tuviera que pasar todo el día con una cuerda metida por el culo.
Pero lo que realmente me asombra, me perturba y me obnubila es el cambio que se produce incluso en la propia percepción  de las cosas. Lo que ayer era intolerable, hoy es asumible, e incluso recomendable.
Imaginemos a un Homo sapiens sapiens, que es como nos llamamos, un día 30 de Junio. Traje de chaqueta, corbata y pantalón con raya. ¡Manolo, por el amor de Dios! ¿Dónde vas con esa camisa de rayas horizontales, que no te pega con la corbata, que las tiene inclinadas? ¿Es que te gusta hacer el ridículo, y que de paso lo haga yo?
Vuelta patrás del resignado Manolo, a buscar una corbatita con las rayas adecuadas al color e inclinación necesarios. El empaque es vital. Al acabar la jornada de trabajo en el banco, a las 15h de la tarde del viernes 30 de Junio, Manolo sube al coche, pasa  por casa a recoger a la Antonia y las 29 maletas que le acompañan, y echando leches pa la playa. Llegada, 14 viajes para subir las 29 maletas al piso mientras la Antonia echa una meada, que sólo había podido desahogarse cinco veces durante el camino y llevaba ya un cuarto de hora aguantándose.
¡Manolo, ponte cómodo, que nos vamos a dar una vuelta por la avenida!
Obediente –como siempre- Manolo se quita la chaqueta, se saca la corbata, se desabrocha un par de botones de la camisa y se da un par de vueltas a las mangas. Chulo tó. Pa comérselo vivo, vamos....
¡Manolo, qué coño haces! ¿Dónde vas con es puta pinta?  ¿Pinta? ¡Pero si llevo la ropa que me dijiste esta mañana!.....y como me has dicho que me ponga cómodo, pues me he quitado la corbata y.....!   Pero hombre de Dios ¡Que estamos en la playa!  Anda, quítate esos pantalones y ponte los amarillos.  ¿¡Los amarillos!?  ¿Los que me quedan rabicortos, a media pantorrilla....? Sí, esos mismos. ¡Y la camiseta que te regaló mi madre! Pero cariño, esa camiseta además de horrible, es roja, y con los pantalones amarillos, pues como que no pega, ¿no?.... ¿Qué no pega? ¿Qué no pega? Desde luego los tíos no valéis para nada.  Cincuenta años y todavía tengo que vestirte yo para que no hagas el ridículo...  Ah! Y las sandalias marrones..... ¿Las sandalias marrones? ¿Las del 47? No puedo con mi vida....
Pero Manolo, que es un hombre bien mandao, obecede al pie de la letra y queda perfectamente maqueado, colorista, exótico-tropical-festivo...., vamos, hecho un adefesio. Ella, que tiene una imagen que mantener, también se pone cómoda, pero sin llegar al nivel del catadióptrico Manolo, quien baja ya por las escaleras entonando el “hola don pepito, hola don josé”.
Pero todas las dudas y temores de Manolo se disipan una vez en la calle, cuando detecta que se encuentra perfecta y miméticamente adaptado al entorno, plagado de extrañas cosas que deambulan por las calles conformando una esperpéntica procesión de camisas floreadas, sandalias con garras al descubierto y pantalones bermudas que dejan la hucha al descubierto, por si en estos tiempos difíciles alguien se digna a dejar una monedita anclada en tan recóndito pliegue corporal.    
De pronto, en la lontananza de la avenida, la Antonia divisa un carrusel de colores que se avecina, algo así como los abanicos de las patas del torito enamorao de la luna.   Mira, Manolo, ¿no es aquél Federico, tu jefe?  ¿Quién, el director del banco? No, no lo creo......
Anda que no! El mismo que viste y calza: camisa hawaiana de flores, chancletas de meter el dedo, sombrero de paja, barrigón a la proa, hucha a la popa, bañador multicolor de usos múltiples con bandera americana y camiseta en sisas con inscripción que advierte “I studied at Yale University” cuando todos sabemos que este buen hombre no ha pisado universidad alguna ni tan siquiera para barrer el patio......
¡Adios, don Federico!  ¡Adiós, Manolo!
Ves, Manolo, como hay que saber estar en cada sitio y en cada momento?.....
Si es que no se os puede dejar solos!.     
Sí, cariño. Yo también te quiero.


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