Alas anunnakis

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martes, 11 de enero de 2011

La Vida de las Gallinas, vista desde arriba.

                          
El dolor de espalda ya no me permitía seguir en la cama. Ni colchón de látex ni puñetas.  Aquello era un martirio chino, así es que decidí levantarme, dejando a mi parienta en la cama, cosa poco habitual ya que ella es la que se encarga de poner las calles de esta bendita ciudad una madrugada tras otra.
Doblado como una alcayata, me dirigí al cuarto de baño e instintivamente apoyé la cabeza en la ventana para hacer palanca y volver a la posición en la que mi madre me parió: estirao.  Como aquello dolía, pensé que un cigarrito –que todo lo arregla- no me vendría mal.  Pero, consciente de que el sargento de la benemérita estaría a punto de levantarse y me daría la primera bronca del día por fumar en “su” cuarto de baño, abrí la ventana para expeler al exterior las ciento y una mil sustancias nocivas que al parecer Zapatero nos mete en los cigarrillos para que los malditos fumadores no dejemos de fumar y sigamos siendo malditos pero aportando pingües beneficios a las arcas de ese decadente estado que con tan suma pericia dirige.
Fue entonces cuando desde las alturas de la planta alta de mi castle me percaté que mi vecino por la izquierda tiene montado un pequeño corralito en el que conviven en paz y armonía un grupito de variopintas gallinitas: una negra, una roja y tres amarillas.
Observándolas, me surgió una duda que no me había planteado jamás: ¿qué coño haría una gallina hora tras hora de un día tras otro encerrada en un vallado de cuatro por cuatro metros? ¿A qué dedicaría su tiempo libre?, como diría el Perales. Y lo que resulta más enigmático ¿En qué lugar se enamoró de ti? Joder, ¿de quién?  ¡Si no hay ni un puto gallo en este triste corral....!
Era el momento de averiguarlo, de buscar ideas por si en mi próxima reencarnación tuviese que ser gallina, de poder resolver un enigma en el mismo instante en el que se me plantea. Eso es sabiduría, no la del tito Albert Einstein, que se hizo una pregunta hace sesenta años y aún continuamos preguntándonosla nosotros. Yo resolvería el enigma de las gallinas, visto desde arriba, y daría una lección de rapidez mental y poder de resolución al afamado austrosabio.
Pues bien, sobre un terreno absolutamente embarrado –por ser finos, porque mi vecino por la izquierda no ha tenido a bien de hacerles un retrete a sus crestadas amigas- observo como pululan parsimoniosamente de un lado para otro. Despacito, sin prisa pero sin pausa, recorren el mismo terreno una y otra vez con la cabeza gacha, supongo que buscando afanadamente algún bicho que llevarse al pico. Pero, ¿qué coño bicho va a haber si ya ha pasado tropecientasveces por el mismo sitio, y no una de ellas, sino las cinco coleguillas?  ¿Es que los bichos, gusanos, gusanobichos o bichogusanos aparecen por generación espontánea, como los espárragos?
Pero hete aquí que observo que estas bichejas no están tontas como en un principio pudiera parecer:  observo que, de pronto, una de ellas, la negra, la más grande y gorda de las cinco –y esto va sin segundas- se para e inicia un ritual de aire pseudomilitar que posteriormente vería idéntica y ceremonialmente repetida por sus compis:
parada, con dos patas en el suelo. Pata izquierda adelante, una escarbada en la tierra, pata atrás, pata derecha adelante, tres escarbadas en mismo punto previamente desbrozado, pata derecha atrás con vuelta a la postura inicial y pico al rebusco en la zona así escarbada.
Total “pa ná”. No aparece ni un puñetero bicho, con lo cual la paciente gallinita continúa con su marcha pausada, marcial y acompasada, como los tontos, por las mismas lindes, para, al cabo de unos instantes, repetir el ceremonial pata adelante-escarbeo-pata atrás-pata adelante-tres escarbeos-pata atrás y pico al canto, nada a la boca, la linde se acaba y el tonto sigue.
Aparto la vista de la gallina negra, que además de negra parece tonta –y esto también va sin segundas- para fijar mi vista en la roja, mas pequeñita y atractiva por su tipo más grácil y talle afinado. Ciertamente, más guapa, pero igual de gilipollas: paseíllo con cabeza gacha, ceremonial pata-pata-pico-ni flores y vuelta al paseíllo. Y las amarillitas, más pequeñitas ellas como corresponde a su color típico del país del sol naciente, más de lo mismo. Todas son iguales –y esto tampoco va con segundas-. Como decía Federico Gallo –que, a pesar de su apellido, nada tiene que ver con las gallinas, que yo sepa- “esta es su vida.”
Pero cuando pensaba que estaba todo visto, asisto sorpresivamente a una nueva faceta de la ajetreada vida gallinácea: la mami negra y gorda entra en la minúscula casetita, se acomoda en una zona acolchada con paja y pone una cara de estreñida similar a la del Fari cantando el toritoguapollevabotinesnovadescalzo, cacarea un poco, como el Fari cantando el toritoguapollevabotinesnovadescalzo, se levanta nuevamente (no sé cómo se levanta el Fari) y echa dos huevos como Fari cuando canta el toritoguapollevabotinesnovadescalzo. Y vuelta al paseíllo, cabeza gacha y pata-pata-pico-mierdatotalpaná. Y yo me pregunto:  ¿por qué coño rebuscan tanto esto bichejos?  ¿Es que mi vecino por la izquierda no les echa de comer? (el de la derecha seguro que no, porque le cae muy lejos)
Sin comer, estreñidas y sin follar. Esta es la vida de las gallinas de mi vecino por la izquierda. Parecida a la de los putos moros durante el ramadán (sin segundas ¿eh?)
Podría ser este un régimen de vida impuesto por la mujer –por decir algo- de mi vecino por la izquierda, en estricto cumplimiento de sus convicciones religiosas? ¿Se lo impondría también a su marido? ¿Realizará también mi vecino por la izquierda el ceremonial pata-pata-pico-chumino, por imposición doctrinal, en las noches de los sábados, bajo la luz de la luna? Dios no lo quiera ni Jehová lo permita.
Regreso con mi mente, fustigada ante tan escalofriante incertidumbre, a la azarosa vida de mis gallinovecinas cuando veo que, como Joe Rígoli, “ellas siguen”.  Observo la posición que adquieren para caminar con su cabeza gacha, la grácil cadencia de sus caderas al caminar, y el culo en todo lo alto como consecuencia de ambas cosas.
Y es en este justo instante cuando, además de comprender la vida de las gallinas, también entiendo la de los malfamados gallos. Me pongo en su lugar y me imagino metido en un corralito, con cinco damiselas variopintas, una india piel roja, tres japonesitas de porcelana amarilla y una puta negra grande y gorda –sin segundas, por favor-, todas ellas desnudas, a cuatro patas, cabeza en tierra y cloacas mirando a Portugal, aburridas y sin nada que hacer, buscando azarosamente un gusanito. ¡Ya les daría yo gusanito¡ ¡A todas!  Claro, dirían que los Gallomanes son unos chulos altivos prepotentes y salidos, que al amanecer cantan como locos cuando tras abrir la pestaña son conscientes del fantástico día que les espera con el pim-pam-pum primero una luego otra y prepárate que la tercera eres tú. Joder, si canto yo en la ducha, sin comerme una rosca, ¿cómo no va a cantar el gallo, que se pone morao? ¿Cómo va a resistir la continua provocación de esas gallinas ponedoras en continua actitud provocadora que no sólo ponen –al gallo- sino que follan, mereciendo de esta manera su cambio de apellidos de gallinas ponedoras a gallinas folladoras.  Mira, amigo gallo, aunque te digan salido, chulo y prepotente, yo estoy contigo.
Una vez descubierta la vida de las gallinas, vista desde arriba y sin segundas, no tengo duda alguna: en mi próxima reencarnación, quiero aparecer en un corralito plagado de bichos, gusanos, gusanobichos o bichogusanos para que las gallinitas del corral se pasen todo el día cabeza gacha y el culo en pompa, y mientras realizan el ritual pata-pata-pico aparezca yo, chulo, prepotente y altivo, convertido en Mane, gallo, gallomane o manegallo, para alegrar sus tristes vidas.
Y quien no lo entienda, que se haga un castle con un vecino por la izquierda que tenga un corralito repleto de gallinas de colores, pero a ser posible, sin mujer del vecino por la izquierda como la mía, que es más desagradable aún que el Fari cuando canta el toritoguapollevabotinesnovadescalzo.
Ahora ya puedo volver a la cama. Y al tito Einstein, que le den por donde las gallinas.

                                                                                                                                                                                     ©mane-2010

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