Alas anunnakis

Alas anunnakis

martes, 11 de enero de 2011

La Confesión

Os cuento una historia absolutamenta real que me sucedió hace ya casi treinta años. Como todos sabéis, antes de casarse hay que pasar por capilla -o al menos, antes era así- para redimirte de tus pecados, que pueden ser muchos por acumulación si, como yo, hicistéis la Primera Comunión y la última al mismo tiempo.  Aquí va la anécdota, que es un pasaje extraido de mi libro "Sobre Ruedas" 

                                               De la Confesión

 Me refiero, obviamente, a ese sacro-santo mandamiento en virtud del cual tenemos que rendir cuentas ante la Santa Iglesia Católica, contando a un cura nuestras supuestas fechorías sin que él, que a todas luces tiene bastante más que callar que nosotros, diga esta boca es mía.

No sé en qué momento dijo Jesucristo que esto tuviera que ser así ni en qué parte de la Biblia se recoge semejante atropello a la intimidad de los sufridos feligreses, que es como ridículamente nos llaman. Si no recuerdo mal, Jesús nos pidió que hablásemos con Dios y le pidiésemos perdón por nuestros pecados: y a eso le llamó orar. Pero claro, si lo hacemos así, los curas, que son unos cotillas redomados (por eso se visten como las viejas, con enaguas negras hasta los pies), no se enteran de la película, y eso no tiene gracia alguna. Por eso, y como la información es poder, y el poder ha sido siempre la fruta preferida de la Iglesia, se inventaron el cuento de la confesión, eso sí, bajo secreto, ese mismo secreto que llevó a la hoguera, en la Edad Media, a miles de inocentes incautos que se lo creyeron.
Así es que te mandan a orar, pero antes ¡a largar!.

No sé si algún día ocurrirá que, por imperativo legal, tenga que confesarme de nuevo, y menos aún qué le voy a decir al cura cuando me pregunte que cuando lo hice por última vez. Si no recuerdo mal, fue unos días antes de mi boda, allá por 1.984. Los años anteriores a este evento, mi entonces novia -y ahora santa esposa- y yo habíamos vivido en pecado, y claro está, tuvimos que contárselo al cura, un tal Don Carlos, vasco y del Opus, para más señas, y que tenía más mala leche que un guarro recién capao.

Primero, tú, le dije a mi novia. Y ella, que se llevaba mejor que yo con la institución, accedió. 

Cuando acabó, me llegó a mí el turno. Parco ya en ceremoniales religiosos por no poder atenderlos, me arrodillé ante el cura (esa vejación no se me había olvidado precisamente por ser ello) y le dije eso de "Ave María purísima". "Sin pecado concebida", me contestó como no podía ser de otra manera. A ver, hijo, cuéntame tus pecados, me dijo, abriendo morbosamente las orejas para oír la segunda parte de la sustanciosa historia que ya le habría contado mi novia. Me entraron ganas de decirle "déme usted la absolución, que me voy”, porque para pecar contra algo primero hay que creer en ello, pero yo quería casarme y era consciente que, dada la fama que precedía al preboste, me excomulgaría directamente si le contestaba semejante cosa; así es que me armé de paciencia y, como el que no quiere la cosa, le dije: "bueno, ya le ha contado mi novia...."
Tu novia no me ha contado nada, me contestó sin dejarme acabar la frase. (ya me la ha jugado la puñetera, pensé por un instante, pero rápidamente caí en que al cura debía habérsele "olvidado", que para eso el "olvido" es la quintaesencia de la confesión. Lo que quiere este tío es oír mi versión, para ver si me saca algún detallito más sustancioso, pensé después, así en que seré parco en detalles).
Y así fue. Le conté que había estado dos años viviendo con mi novia y tocando puñetas. No recuerdo cuantos Padresnuestros y Avesmarías me recetó. Supongo que serían muchos, pero se jodió, porque no recé ni uno. Y no por chulería ni por rebeldía, sino porque yo no había atentado contra nada ni contra nadie viviendo en feliz armonía con mi novia y no me arrepentía lo más mínimo de ello.

Después de confesar, nos hizo pasar por su despacho para decirnos que teníamos que hacer un cursillo prematrimonial, pero también se jodió, porque tampoco lo hicimos.

Por la cuenta que me traía, esta confesión transcurrió sin pena ni gloria, pero de no haber sido por ello, bien pudiera haberse desenvuelto de esta otra manera:

- Avemaríapurísima¡
- Sinpecadoconcebida!   A ver, hijo, cuéntame tus pecados.
- Bueno, padre, como ya le ha contado mi novia....
- ¡Tu novia no me ha contado nada!
- Pero como no le va a contar nada, si habíamos acordado que se lo íbamos a contar!
- Pues ya se me ha olvidado
- Pues vaya mierda de memoria que tiene usted, jefe. ¡Si se lo acaba de contar! debería tomar más fruta y menos vino, o dedicarse a otra cosa más facilita....
- Mira, hijo, cuéntame tus pecados o no te doy la absolución...
- Bueno, padre, si se pone ud. así....
- Desembucha, que por lo que me pagan no puedo estar más tiempo contigo
- Pues mire usted, que resulta que llevo más de dos años viviendo con mi novia..
-¿Como? No he oído nada.
- Pues puedo decírselo más alto, pero no más claro: ¡¡¡Que me acuesto con mi novia!!!
- ¡No me digas eso! ¡No quiero oír semejante aberración!
- Entonces ¿a qué coño me lo pregunta? Ya le advertí que no le iba a gustar, pero Ud. erre que erre.
- Es que si eso es así, no puedo casarte, así es que prefiero que no me lo digas
- Padre, es usted como la gata Flora: si se la metes, chilla, y si se la sacas, llora.
- ¡No seas irreverente y arrepiéntete!
- Pero páter, como me voy a arrepentir. ¡Si me quiero casar precisamente para seguir haciendo lo mismo!
- Pues si no hay arrepentimiento, no hay perdón.
- Mire padre, no sea cabezota. Si usted hubiera catado a mi novia tampoco se arrepentiría.
- Por Dios bendito, como voy a catar yo a tu novia. ¡Tengo voto de castidad!
- Si, como su padre, y el padre de su padre,.....
- Mira hijo, no se si seguir confesándote o darte la hostia directamente...
- Padre, no sea irreverente. Se está ud meando fuera del tiesto y se va a mojar las enaguas…. Por cierto, ¿no sabe ese que dice que iban dos gitanos por el campo….?
- ¡Válgame Diossss! ¡No me irás a contar un chiste ahora…!
- A ver Su Eminencia, es que lo encuentro muy estresado, y quizás si se ríe un poco….
- Mira, jovencito, hasta aquí hemos llegado! ¡Se acabó la confesión!
- Pues hasta la próxima, padre. Y le aconsejo que se lo tome con más calma y que no se enfade tanto. Al fin y al cabo, dentro de unos minutos ya se le habrá olvidado.
- Tu puta madre, niño!
- Sinpecadoconcebida.
                                                                                                                  ©mane-2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario