Aunque yo aún no lo haya visto , y menos
en mi entorno más cercano, parece ser que pudiera –y puede- que algo esté
cambiando, que esté bajando la prima de riesgo, los impuestos y el paro, e
incluso que esté subiendo la inversión extranjera, las cotizaciones a la
Seguridad Social o las esperanzas en un futuro mejor. Puede que esté
amaneciendo y que estemos despertando de una horrible pesadilla…. Puede…..,
pero ya lo dijo Frank Kafka: el despertar
es el momento más arriesgado del día. Y puede que, cuando despertemos, observemos con pavor que
ya nada es igual, que el escenario que se abre ante nuestros ojos al salir de
este capullo llamado crisis es terroríficamente distinto al que dejamos atrás cuando
nos metieron en él, que cual desdichado
Gregor Samsa nos hayamos metido en la
cama/capullo/crisis siendo personas y salgamos de ella convertidos en gigantes cucarachas,
en seres inferiores, en parias de una sociedad a la que mientras intentaba
abandonar el capullo, se le ha amputado vilmente
uno de sus órganos más preciados, aquél necesario apéndice que antaño se
llamaba “clase media”. Y con ella, la capacidad
de ser independiente, de pensar sin que piensen por ti, de decidir sin que lo hagan
por ti, de ser tú y no aquél quien quieren que seas.
A la salida de este capullo, cual
paso por “agujero de gusano”, nos habremos retrotraído casi 100 años atrás, a
los tiempos de Azarías, el de la “milana
bonita”, aquellos en los que convivían dos únicas castas, la más numerosa integrada
por individuos cuyos nombre eran del tipo “Paco,
el bajo, pa serví a Dios y a usté”, y la otra por prohombres cuyos nombres
siempre empezaban por “don”, precisamente la casta de los dioses a los que
servía “Paco, el bajo”, y los que eran
como él. Habremos vuelto a los tiempos de la posguerra en los que los hombres y
las mujeres de un inmundo país llamado España habían de renunciar a su dignidad,
a sus más básicos derechos humanos y hasta a su propia humanidad a cambio de un
plato de garbanzos que llevar a sus míseras y hambrientas bocas. Y, lo que era aún
más cruel, a la de sus hijos.
Esto es, amigos del desGobierno de Españistán, lo que habéis conseguido para los confiados e ingenuos españolitos siguiendo los mandatos
y designios de los superpoderosos ocultos, los dueños del mundo, los de un
puñado de serpientes –reptiles, a la postre- que a pesar de no aparecer en la
lista Forbes, pueden limpiarse el culo con ella y con el dinero de todos los
que en ella aparecen. Si hace unos pocos
años ser mileurista era objeto de mofa y befa, hoy es la meta de cualquier
universitario y el sueño de quien no lo es. Nuestros jóvenes, los que están
intentando incorporarse al mercado de trabajo, se están
acostumbrando a que cobrar 600 euros -tras una inversión de más de 20 años de
estudio y una dedicación de 8 o más horas diarias-, es lo normal, lo esperable
y lo perseguible. Habéis conseguido que un universitario/a entienda como normal
cobrar la mitad –o la tercera o cuarta parte- de lo que percibiría hace unos
pocos años, asumiendo además que trabajar es un lujo, que hacerlo los dos
miembros de una pareja es una quimera y que, aun teniendo trabajo, no conseguirán
abandonar su condición de pobres. A modo de dioses del Olimpo, los poderosos se divierten jugando con los humanos, esta vez, "a la cuatrola", porque esta crisis -absolutamente artifical, impunemente urdida y magistralmente ejecutada- no tenía más fin que la de poner a mucha gente "en su sitio", esto es, despojarlas de cualquier atisbo de poder, arrastrando en oros -o en bastos-, creando una crisis capaz de neutralizar toda una clase media. Con ella, el rico pierde parte de su oro, pero continúa siendo rico. El que no lo es tanto, lo pierde todo y queda en nada. Son, digamos, daños colaterales: sacrificar un peón propio para eliminar una reina al enemigo.
Sí, podéis estar felices y
sonrientes, jactaros de vuestros logros, vanagloriaros de haber borrado del
mapa a toda la clase media de este país, ese grupo pujante y cada vez más
numeroso de personas cultas - médicos, arquitectos, abogados, licenciados, profesores, científicos,
escritores, filósofos y pensadores - que, dotada conocimientos y preparación, de medios
de comunicación a su alcance, de una desahogada situación económica y una más
que considerable capacidad gregaria, representaba una amenaza para vosotros, el
poder establecido, asfixiándolos económicamente y enviándolos al
limbo de los pobres….. Porque un pueblo pobre está abocado a ser un pueblo inculto
–que de eso ya se encarga Wert-, y un pueblo pobre e inculto es un pueblo
manejable, manipulable, vendido. Un pueblo que no tiene resueltas sus más básicas
y elementales necesidades es un pueblo de personas que, cual Gregor Samsa, despertarán cada día convertidos
en insectos, como la más mínima expresión de la persona que, despojada de cualquier
rastro de dignidad, esa que concede el hecho de ser económicamente independiente
y suficiente, mendigará un día más para, caída la noche, volver a introducirse
en sus capullos con una única preocupación: la de que mañana sea…… otro día más.
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